Al inicio del desarrollo urbanístico del Valle de Aburrá, las construcciones se asentaron en las márgenes de las quebradas afluentes al río Aburrá, también conocido como el río Medellín. Las aguas residuales eran vertidas directamente a las fuentes de agua y al construir los alcantarillados en las ciudades, se concibió igualmente que las descargas se realizaran a las fuentes de agua más cercanas, generando una contaminación tanto a las quebradas como al río, que, con el crecimiento de los 10 municipios del Valle de Aburrá, fueron impactando sus fuentes hídricas.
EPM, como responsable de la operación de los servicios públicos y del servicio de alcantarillado, inicia desde los años 60’s la búsqueda de soluciones para la descontaminación del río Medellín y sus quebradas, para contribuir con el medio ambiente y la salubridad de sus habitantes. En las primeras dos décadas se realizaron obras importantes de redes de recolección de aguas residuales, pero es en el año 1982, cuando se consolida el plan de saneamiento del río Medellín y sus quebradas, iniciando de manera estructurada la estrategia de recolección, transporte y tratamiento de las aguas residuales en el Vallé de Aburrá, articulados con los objetivos y metas de calidad definidos para el río.
Este plan se implementó con un modelo de construcción de redes secundarias recolectoras, que garantizan llevar los vertimientos de las viviendas, comercios e industrias, hacia las fuentes de agua más cercanas, sin embargo, paralelo a dichas quebradas, se han construido redes colectoras que recogen las descargas de esas redes secundarias antes de la fuente de agua y las transportan hacia el río Medellín, donde igualmente se construyen redes interceptoras paralelas al río, recogiendo los vertimientos de las redes colectoras, transportándolas hacia las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR), y descargando finalmente al río con la calidad exigida por la normatividad ambiental.