Todos los días, a eso de las seis o siete de la mañana, y desde hace más de un año y medio, camino por los alrededores del Edificio EPM. Tengo un poco más de 30 años, soy invidente, y me acompaña un perro guía negro, cuyo hocico está flanqueado por múltiples pelambres blancos. Mi nombre es Luis Ricardo Castrillón, profesional egresado de la Universidad Minuto de Dios, e integrante de la Gerencia de Comunicación Corporativa de EPM desde junio del 2019.
Comunicador social - Periodista, y amante de la radio, por decisión, vocación y profesión. Así me defino. Hago parte del programa de Inclusión Laboral para personas con discapacidad que inició la empresa hace más de 2 años.
Pertenecer a una empresa de la talla de EPM ha sido una experiencia inolvidable. Yo diría que ha sido una bendición, así como una linda oportunidad. En realidad, jamás imaginé que podría llegar en algún momento a trabajar en una empresa como esta. ¡Fíjate nada más!
Es que pensar en que una persona con algún tipo de discapacidad, y más aún, una deficiencia como la mía, que es la visual, puede llegar a trabajar en una gerencia tan trascendental para una organización, como lo es la de comunicaciones, es una realidad impensada para muchos. Sin embargo, es una sorpresa de esas que vos decís, ¡bienvenida sea, y vamos a disfrutarla con toda!
Pero esta historia, que puede sonar como increíble, tuvo un comienzo por allá, entre los meses de abril y mayo del 2019, cuando ni siquiera se pensaba en una realidad limitada por una pandemia. En esa época, yo trabajaba para un noticiero y para la franja de deportes de una emisora de la ciudad. Y uno de tantos días, el director, Alfredo Velásquez, me dijo: Ricardo, en EPM va a haber una convocatoria para personas con discapacidad. Métase, que yo sé que usted puede pasar. Efectivamente, con algo de nervios y miedo, me inscribí y poco a poco fui pasando las diferentes etapas de selección. Sin exagerar, yo pensaba que el puesto ya tenía dueño.
No obstante, como dice la famosa canción del panameño Rubén Blades, Pedro Navaja, “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. Y así sucedió. En un principio no daba crédito a la llamada que me hicieron de la empresa, para comunicarme que había pasado el proceso de selección, pues la verdad, no me lo creía. Yo pensaba qué si me llamaban, era para decirme que no seguía, y que de pronto en otra oportunidad podría ser. Sin embargo, la realidad fue distinta. Ese día (un jueves, por cierto) mi mamá lloró, oró y se alegró. Mi esposa se sentía orgullosa, y yo sólo podía percibir un montón de sensaciones encontradas, porque había alegría al haber ganado el proceso, y tristeza por el ciclo que iba a terminar, después de cuatro años al aire en la radio antioqueña.