Hay una palabra que se ha convertido por estos días en sinónimo de lo simple: “automático”.
Las máquinas e incluso los programas y sistemas informáticos que son capaces de reducir nuestros esfuerzos, y aislarnos de esas tareas repetitivas que nos exige el día a día, hoy en día son protagonistas; en los sectores empresariales e industriales también se han dado pasos agigantados al respecto, con el fin de reducir costos y lograr ahorro en materias primas, buscar eficiencias, tener mayor control del producto o servicio, lo que al final de cuentas redundará en una plena optimización del negocio y satisfacción del cliente.
La automatización de procesos mediante robots, o en inglés Robotic Process Automation, se aplica con claros objetivos de productividad, desarrollo y calidad; los robots software, creados a través de un computador, son capaces de ejecutar acciones repetitivas, donde los seres humanos por lo general no agregamos valor y, por el contrario, nos implica un volumen significativo de trabajo.
Es un falso paradigma, aquella expresión que “los robots reemplazarán a las personas”; a nivel mundial se habla del workflow, una clara declaratoria de la potencialización exponencial de las capacidades del ser humano mediante herramientas tecnológicas.
Por eso deberíamos preguntarnos si el RPA debería ser un componente ofimático en nuestras organizaciones, tan funcional, esencial y popular como lo es una hoja de cálculo, un procesador de textos y un editor de imágenes.
Si lográramos insertar el RPA en el ADN de las organizaciones, en un corto periodo tendríamos mayores desarrollos y con fases reducidas de aprobación. Considero que ahí está la mayor aspiración: que cada colaborador de la pequeña, mediana y gran empresa use de manera natural y simple este tipo de software para crear, de manera rápida, ágil y espontánea, los automatismos que necesite para optimizar sus tareas y potenciar sus resultados.